Roberto Mario Lovón Canchumani
Bajo la perspectiva neo-schumpeteriana, la primera institución afectada por la mudanza del paradigma técnico-económico es la empresa, que, en países en desarrollo, presenta menor exposición a la concurrencia internacional. Como tiene menor acceso a las informaciones sobre la mudanza de las condiciones de concurrencia y competitividad, tales empresas se caracterizan por:
a) no haber sido proyectadas para evolucionar; fueron concebidas apenas para operar modernas tecnologías ya optimizadas, lo que implica actividad de busca de innovación y learning-by-doing exógeno a su proceso de crecimiento y operación;
b) no alcanzar competitividad por si mismas, ya que la ganancia es determinada por factores exógenos, como protecciones tarifarías, subsidios y otras formas de ayuda gubernamental. Esto implica que esfuerzos innovadores de dentro de la firma y su capacidad interna en aumentar la productividad y la calidad es excluida de su forma de operación;
c) no estar interconectadas, hacendó con que los escasos avances en industrias de bienes de capital y otros servicios de ingeniaría difícilmente consigan generar “sinergias” en la cadena o en los complejos industriales (Perez, 1989).
Además de eso, como disponen de políticas testadas en otras economías y, por lo tanto, disponibles , ya tendrían una especie de plataforma para el desarrollo. La mayor dificultad para las respectivas realidades por definición, deficientes en términos de plantas instaladas, skills e infraestructura, dada la precariedad del ambiente institucional seria sacar ventaja de las ventanas de oportunidad para la modernización, reestructuración y reconversión de las empresas, ramos de la industria y toda la cadena de producción industrial.
Las empresas (o firmas) de esas economías buscan adecuarse al paradigma dominante, pero encuentran poco soporte institucional, organizacional, tecnológico y económico para tal tarea. Entre las principales dificultades estructurales enfrentadas, se encuentran: “los recursos humanos apropiados no son disponibles; el sistema financiero no está preparado para financiar la mudanza tecnológica, la innovación y la adaptación al crecimiento” (Perez, 1989, p. 24).
Por esas razones, la reestructuración no seria posible sin la adecuada solución de esos problemas, lo que implicaría profundizar las reformas institucionales. De ahí la importancia de la intervención gubernamental para la reestructuración competitiva, que puede asumir tres formas de acción: (1) la menos interveniente, que consiste en identificar y remover los obstáculos al avance; (2) la segunda, un poco mas activa, que busca facilitar algunas iniciativas y mudanzas a través de la viabilización de recursos adecuados en condiciones factibles; y, por fin, (3) la mas activa, que combina las anteriores con promoción y direccionamiento de mudanzas, rumbo a una plataforma de consenso.
El menor nivel de intervención corresponde al Estado neoliberal, que se centra en la ausencia de intervención y en las condiciones competitivas de sobrevivencia de los más aptos, imponiendo a la concurrencia reglas inhibidoras de nuevas oportunidades, caracterizando una semi-destrucción productiva. La segunda opción objetiva proporcionar y facilitar recursos a la reestructuración competitiva de las firmas, presuponiendo que el ambiente de mudanza exige soporte de recursos financieros, humanos y de infraestructura. La tercera opción de acción gubernamental es promover y pilotar las mudanzas.
Aparentemente, la segunda opción es capaz de proporcionar elementos suficientes a la orientación del desarrollo, pero la necesidad de criarse sinergias en complejas redes de innovación impone la creación de un poderoso sistema nacional de innovación, justificando a importancia de esa tercera forma de acción estatal.
Según Perez (1989), el sistema nacional de innovación es un “(...) conjunto de patrones de comportamiento enraizado en las instituciones que incorporan los principales actores económicos en una red capaz de armonizar los esfuerzos de organizaciones públicas y privadas en dirección a una meta nacional común” (p. 260).
Esta, derivado de la tercera forma de acción, constituyese en noción seminal en los estudios evolucionários y en las análisis de realidades nacionales. Tal sistema implica la existencia de un consenso sobre la forma de definir la estrategia de desarrollo y la deliberada construcción de instituciones apropiadas para promover innovaciones y orientar la mudanza estructural, estimular iniciativas y competición, bien como, sistemáticamente, aumentar la competitividad estructural en el país.
Bajo esa óptica, no hace el menor sentido oponer keynesianismo a neoliberalismo, como si políticas estatales y mercados actuasen en sentidos contrarios. Lo importante es la construcción de niveles de acción para avances tecnológicos cumulativos. Es decir, no es suficiente providenciar y facilitar el acceso a recursos, objetivando una mayor competitividad, si los obstáculos al comportamiento competitivo no son previamente removidos; o, de otra forma, carece de fundamento lógico perseguir una estrategia de consenso, con vistas a la generación de sinergias y a la promoción de evolución dinámica en toda la cadena productiva, sin viabilizar recursos para tal fin.
Es necesario combinarlos en contextos específicos, conforme la estructura institucional. La cuestión es más amplia de lo que, meramente, oponer mercados a planos, una vez que tal dicotomía es absolutamente falsa, como argumenta todo el abordaje institucionalista y regulacionista.
La reestructuración competitiva “es muy compleja para ser realizada por una burocracia y muy creativa para ser realizada por las fuerzas ciegas del mercado. Teóricamente, su éxito surgiría a través de la combinación de lo mejor de los dos mundos: máxima libertad para la creatividad individual y concurrencia en un contexto socialmente aceptable (socially agreed direction), con un adecuado suporte institucional direccionado a las metas consensuales nacionales. Esto ocurre paralelamente como una de las características del paradigma: sintonía entre coordinación central y alta autonomía local” (Perez (1989).
El proceso de transformación es constituido de sucesivas aproximaciones, que forman una especie de “puentes de aprendizaje” entre una opción y otra, donde la incorporación del nuevo no se realiza con viejas herramientas, y sí con la creación de nuevos instrumentos. Tal proceso se manifiesta de dos formas: por la constante reevaluación y cuestionamiento de cada política e instrumento, adecuando sus objetivos y medios para tanto; y por la aplicación de los nuevos modelos de gerenciamiento, a través de instrumentos y instituciones compatibles.
Así, el nivel de acción gubernamental escogido define también toda una nueva forma de desarrollo, que pasará a nortear las acciones de los agentes económicos, abriendo, a partir de ahí, una variedad de nuevas posibilidades.
Conviene resaltar que las nuevas estrategias tecnológicas de desarrollo implican conocimiento de reglas en un juego que está siempre mudando: lo correcto en el viejo puede no mas ser útil; las posibilidades de desarrollo solamente podrán ser aprendidas con el uso y la adopción de instrumentos igualmente móviles y ágiles. De ahí la permanente necesidad de renovación y innovación, que parece ser la efectiva estrategia de inserción al nuevo patrón de desarrollo, donde el ambiente institucional debe proporcionar elementos que la viabilizen y la integren al patrón dominante de producción, consumo y circulación.
De esta forma, el período de crecimiento acelerado, que sucede a la formación de un paradigma técnico-económico, es resultante de un adecuado casamiento entre las oportunidades tecnológicas y la apropiada estructura institucional. En esa perspectiva, la transición es también el momento de la experimentación y de la creatividad, que son indisociables del proceso de innovación. El nuevo paradigma, al contrario del de producción en masa, exige adaptabilidad a las nuevas condiciones específicas.
Siendo la imitación pasiva cada vez más difícil, las economías en desarrollo deben apostar en su reestructuración dentro del nuevo paradigma. Tal conclusión, si, de un lado, no establece cualquier camino predeterminado de inserción de las economías nacionales al nuevo patrón de crecimiento en formación, de otro, explicita la necesidad de aprovecharse nacional e institucionalmente las “ventanas de oportunidad” que se abren. Pero estas continuaran dependiendo de las especificidades, variedades y diferencias entre regiones o países, definidas por las respectivas estructuras institucionales.
Las cuestiones levantadas muestran que, por ocasión del nuevo escenario de tecnología y competitividad de finales del siglo XX, está en marcha la construcción de un nuevo marco interpretativo da la economía brasileña. Hasta la década de 1960, la contribución oriunda da escuela cepalina se valía de una analice keynesiana, que, gradualmente, fue asumiendo contornos mas endogenistas, con la inclusión de interpretaciones del pensamiento de Marx y Kalecki en la formulación del concepto de patrón de acumulación nacional. La inclusión de Schumpeter en tales modelos, principalmente a partir de las décadas de 1980 y 1990, trajo nuevos conceptos y referenciales analíticos, con énfasis en la mudanza estructural de la economía brasileña.
Conceptos como los de competitividad, innovación tecnológica, mudanza estructural y paradigmas tecnológicos se tornaron centrales en las nuevas análisis de la economía brasileña. En todas esas evaluaciones, las instituciones y el ambiente institucional se hacen presentes, reiterando la importancia de enfoques institucionalistas, que pasaran a contemplar aspectos micro e macroeconómicos en la definición de las estrategias de las empresas (Possas, 1995).
La discusión del proceso de mudanza estructural, a partir de los años de 1990, puede ser entendida como la superación del debate en torno del concepto de patrón de acumulación nacional, que, en las décadas de 1960 a 1980, estableció importantes aportes teóricos a la comprensión de la dinámica de la economía brasileña. Tal tradición, originaria de la CEPAL, se constituyo, en la época, en una verdadera innovación en la comprensión da industrialización brasileña. La construcción de nuevos aportes interpretativos, a partir del final de la década de 1980, oriundos de la teoría neo-schumpeteriana, abrió nuevos ejes interpretativos.
Las interpretaciones centradas en el concepto de patrones de acumulación y la vertiente neo-schumpeteriana tienen enfoques teóricos distintos. La primera es generalista y agregativa, y la última, mas desagregada y atenta al comportamiento de la empresa. Entre tanto, no pueden ser designadas de antagónicas. Por lo contrario, no solo son compatibles como decurrentes.
Ciertamente, la producción del concepto de patrón de acumulación fue decisiva para comprenderse la dinámica de la industrialización brasileña de los años de 1950/70. Sin ese concepto, difícilmente se entendería la dimensión y complejidad endógena de la crisis estructural de la economía brasileña en los sombríos años de la “década perdida” (1980).
Entre tanto, tal concepto es claramente insuficiente para la explicación de la complejidad de las transformaciones estructurales que la economía brasileña atravesó, principalmente, a partir del inicio de la década de 1990. Su limitación en tratar de la mudanza, de la instauración del nuevo frente a la vieja dinámica de crecimiento es bastante explícita, razón por la cual proliferaron nuevas frentes interpretativas, bajo tal perspectiva. De ahí la importancia de la contribución de los neo-schumpeterianos, que no solo interactúan, como tienen puntos comunes con la tradición heterodoxa, centrada en Marx, Keynes, Kalecki y Schumpeter.
Los abordajes neo-schumpeterianos y evolucionários tienen, también, amplia compatibilidad con los institucionalistas por notar, enfatizar y proponer teorizar sobre la naturaleza del proceso de mudanza (tecnológica, institucional), lo que justifica un enorme y fértil campo de investigación en las recientes interpretaciones de los rumbos de la economía brasileña. Por lo tanto, antes de reinterpretarse las fases de la economía brasileña, juzgase más relevante y de mayor sentido teórico analizar como tales fases fueron interpretadas.
Así, varios autores, mismo proporcionando decisivas y sólidas contribuciones al entendimiento de la dinámica de la economía brasileña en sus varias etapas históricas y en sus varios y sucesivos estrangulamientos, producieron sus análisis con instrumental teórico compatible con la discusión que se realizaba en cada época. Al final del siglo XX, el ambiente institucional, la constitución de las instituciones y la mudanza de paradigma colocaron la cuestión de la institucionalidad como prioridad teórica fundamental.
La interpretación de la economía brasileña, a la luz de la constitución del nuevo paradigma tecnológico, es tarea compatible con los tiempos modernos, donde, únicamente, la busca de reestructuración podrá asegurarle condiciones de reinserción internacional. Bajo esa óptica, viejas cuestiones, recolocadas en nuevos aspectos y fundamentos, explicitan el mismo problema, la dificultad de teorizarse sobre la inserción externa competitiva, que lleva a la producción de nuevos conceptos, que se tornan definitivos para la comprensión de la problemática nacional. Por ejemplo, el esfuerzo teórico para comprenderse la inserción de la economía brasileña en el patrón industrial de la década de 1930 resultó en la elaboración del concepto de proceso de substitución de importaciones, que marco el contorno de la industrialización nacional.
Al inicio del siglo XXI, el mismo esfuerzo analítico recolocase talvez hasta con mayor ímpetu desafiador , pues entender la reinserción en un contexto de paradigma en mudanza expone la necesidad de buscarse nuevos aportes e interpretaciones, que contemplen el papel de las instituciones en la comprensión de los complexos problemas estructurales enfrentados por el sector industrial brasileño.
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